jueves, 19 de agosto de 2010

Ok, me voy en una semana. Ni una pizca de nervios. Como si lo hubiera hecho toda la vida. En fin...la calma que antecede al vendabal? o viaje asumido? mmmm...no se, solo se que tengo que lavar ropa, y juntar cosas, y dejar el depto limpio, y saludar gente, llamar por tel, papeles, medicos y todo me da terrrible fiaca, solo quiero estar con él. Estos ultimos dias, este ultimo tiempo, estas ultimas cucharitas.

En fin, C'est la vie.

Yo soy de aqui.

Lo lei por ahi, me identifica enormemente...lo comparto.

"Atravieso el cielo camino del Rio de La Plata. Siempre me parecieron tristes los aeropuertos, aunque a veces la gente también se encuentre en ellos y los abrazos de bienvenidas florezcan luminosos en las salas de llegadas. Siempre recuerdo con más claridad las despedidas. El llanto que acompaña el adiós, llámame cuando llegues, que tengas buen viaje. Y el ritual de después tiene algo de partida definitiva. El casi desnudarse ante los arcos que detectan metales y malas intenciones, el presentar el pasaporte como quien entrega la moneda a Caronte y esas cosas.
Y son las salas de embarque algo así como un purgatorio, en el que todos somos extraños, de paso. Y las esperas, mientras los altavoces nombran el número de vuelos en los que nunca viajaremos, sirven para hacer repaso de lo vivido en este tiempo de ausencias y prisas. Reflexionamos sobre el sentido de nuestro viaje, sobre nuestras faltas y deberes, sobre los planes y los fracasos, y revisamos los mensajes en el móvil para recordar un pasado que se nos antoja lejano y huidizo.
Y el viaje nos convierte en otros habitando nuestro cuerpo. Miramos como la ciudad, cayendo la tarde, se convierte en un enjambre de luciérnagas y junto con ella, todo se empequeñece y soñamos otras biografías. Y nos preguntamos qué sería de nosotros si nuestra vida cupiera en la bolsa de mano que nos dejan introducir con nosotros en el avión. Y en ella, en la bolsa, adivinamos los rostros, salvapantallas de la memoria, de aquellos que nos quieren y que abrazamos antes de subirnos al avión -llámame cuando llegues, que tengas buen viaje-, y el mapa del recuerdo, donde enterramos aquello que quisimos ser, la renuncia en que se convirtió la vida, el sueño que nos asalta mientras dormitamos en el asiento antes de que la auxiliar de vuelo nos pida que devolvamos el asiento reclinado a su posición vertical.
Y mientras sobrevuelo el Rio de La Plata, mientras el mundo se derrumba y algunos se enamoran, mientras Madrid arde y prepara las guirnaldas y la feria, mientras el mundo parece ser una pesadilla y uno, a ratos, es feliz, pienso para mí, mirando el azul del cielo que ilumina la ventanilla del avión: yo soy de aquí"

Yo soy de aqui. Yo argentina.